Los personajes de esta novela nos confirman que la idea de idea de la normalidad carece de fundamento. A pesar de que a simple vista nos parecerán hombres y mujeres comunes, en cuanto hayamos penetrado su mundo nos percataremos de que una sombría locura los habita. Nadie hubiera pensado que los personajes de ¿Te veré en el desayuno? fueran capaces de adquirir un rango literario, nada hay en sus vidas que les haga indispensables ni tampoco son diferentes a la mayoría de hombres que poseen una credencial y un domicilio.
Si a una conclusión podría llevarnos esta novela es que los héroes ya no tienen lugar, ni el hombre que triunfa ni tampoco el hombre que se rebela: a los personajes los definen más sus actos que su pensamiento, pero esos actos nos remiten a su vez el absurdo sicológico. La imagen más nítida de una ciudad sólo puede lograrse a través de la sencillez de una historia, de una mirada distante y sin prejuicios; se trata de dar cuenta de nuestros contemporáneos sin necesidad de juzgarlos o interpretarlos. Aquí, el lector se enfrentará a un mundo que de tan común le parecerá desconocido, un mundo de violencia soterrada en el que la respiración de la víctima perturba el silencio de las calles, violencia gratuita de hombres desesperados a los que asola la desazón y un destino que es cruel sólo porque es definitivo.
Fadanelli representa un caso atípico en la literatura mexicana, creador de la literatura basura y promotor de la cultura subterránea, Guillermo es desde hace más de una década el exponente de un realismo sórdido que algunos nos haría pensar en Carver o en el casi desconocido autor de culto John Fante. En su estilo se adivina el gusto por la imagen cinematográfica y la necesidad de hacer de la literatura un arte que se aleje del oficio anclado a las recetas y al espectáculo formal. A pesar del pesimismo inherente a los pasajes de esta novela el lector encontrará una veta de humanidad insólita.
La tragedia es ridícula porque se encuentra siempre vigilante y al acecho al pie de nuestra puerta, y cuando aparece y nos hace trastabillar, cuando nos hace más conscientes de nuestra mortalidad, entonces no nos queda más que la risa, el escarnio, la burla ante el espejo. El azar ha sido el lazo que une la relación de Ulises, Adolfo, Olivia, Cristina y el Alfil, los personajes de ¿te veré en el desayuno? Todos ellos se encuentran en el centro de una ciudad que les sirve de vientre hostil, de madriguera, de geografía que habitar. Sus sueños o aspiraciones se tornan absurdos porque son reales y tienen consecuencias. Ellos mismos son la causa y el efecto marchito, ocupan las más distintas piezas del tablero humano, se sufren y se aman, pero su amor es una necesidad, una invención desesperada. Hoy, a tantos años de distancia, mi mirada no se ha modificado y al releer la novela encuentro que su gravedad continua afectándome, me atosiga y libera, me hace sentir parte de una familia que se extiende hasta el punto final de mi universo literario: lastres y victoria de la tragedia.