El verso fluye con espontaneidad hija de un oficio no exento de castigo y minucioso pulimento... Cito el lugar común del latino, repetido por Unamuno en la ventana iniciática de El sentimiento trágico de la vida: "Nada de lo humano me es ajeno". Y, en efecto, parece que Raymundo Ramos, en su quehacer palabral, obedece el dictamen de la máxima, explora vetas de rarísima fisonomía, inventa formas, modifica estructuras, solivianta su voz con terquedad de náufrago, inobedece los imperativos del dogma métrico, y, en fin, canta como le viene en gana.
Gilberto Prado Galán
A esto se añade el uso equilibrado de elementos ideológicos actuales, esos que describen —aún parcialmente—los hábitos y conductas correspondientes a la sociedad que el autor percibe con agudeza crítica, y sobre la cual se expresa también críticamente. Se diría que es una especie de anacronismo a dos puntas: la opción para el punto de vista siempre es doble. Porque el lector reconoce a los clásicos latinos —saboteados, asaltados, reelaborados y parafraseados, con finesa y humor negro—, y porque asimismo encuentra en la dicción de Ramos una vitalidad, un desenfado, una soltura y una sinceridad infrecuentes en la actual poesía mexicana.
Saúl Ibargoyen
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2002. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.