Se han cumplido veinte años desde la publicación de El día que la vea la voy a matar. Se trata del primer libro de Guillermo Fadanelli y la pieza más extravagante de toda su obra hasta la fecha. Quienes leyeron el libro en ese entonces aún lo recuerdan como una atractiva malformación dentro de la creación literaria. Tanto el escrito como la trama de los relatos revelan una desmesura tal que por momentos la literatura toca los límites de la historieta hiperrealista. Un exceso de realidad bruta que bien mirada no es más que un dibujo sutil de la vida cotidiana de los hogares urbanos. Y, como hace dos décadas, repetimos lo que entonces se escribió en la contraportada del libro: "Una contribución importante al género de la "literatura basura". Un hombre que desea atravesar la pared para encontrar un mundo mejor, un suicida que es aplaudido por los curiosos para que se lance del edificio, un loco que mata al perro de su vecino, un extraño cuento de realismo mágico donde abundan los puercoespines. Aquí vamos de nuevo.
“Antes de morir, Guillermo me preguntó:
–¿A dónde quieres ir a comer?
Instantes después un auto lo atropelló haciéndolo rodar más de veinte metros por el piso. Corrí a auxiliarlo y sólo encontré un amasijo de carnes y huesos. El auto se había detenido más adelante y el conductor, pálido y arrepentido, descendió de la máquina, se arrodilló, se llevó las manos al rostro y lloró poseído de una afectada amargura. Me conmovió tanto que me apresure a consolarlo:
–No te preocupes, no era la gran cosa –le dije.”