La Cruz y la Espada, la primera novela histórica de Eligio Ancona, se publicó en las prensas de Leonardo Cervera mediante suscripción por entregas en 1864, año en el que la administración, primero de Felipe Navarrete y luego del ingeniero José Salazar llarregui, partidarios de la Intervención francesa y del Imperio de Maximiliano de Habsburgo, parecía irse adueñando cada vez más de la situación social, política y militar de la Península. Quizá por esta razón, dada su liación liberal, temía, por una parte, que la novela no fuera bien recibida por la sociedad yucateca; y por otra, también le preocupaba que el público mostrara ciertos prejuicios ante una obra que mezclaba la ficción y la historia.
(...) Este prospecto pone en claro grosso modo las intenciones y el método de Ancona respecto a La Cruz y la Espada y en general a sus demás novelas históricas. Destaca antes que nada su intención de dar a conocer la historia de Yucatán mediante el precepto horaciano, común a toda la literatura neoclásica e incluso a una gran parte de la romántica: “Omne tuli punctun qui miscuit utile dulci, / lectorem delectando pariterque monendo.” (Arte poética, vv. 343-344). En la novela de Ancona lo "utile" equivale al conocimiento de la historia y lo "dulci" a la ficción.