Ray Bradbury creó una sociedad marciana formada por terrícolas que llegaron al Planeta Rojo con sus virtudes, defectos, obsesiones y frustraciones. Las alucinaciones eran frecuentes y definitivas en el destino de los colonizadores. Ramón Cuéllar Márquez, este chico nacido en La Paz, en la Baja California Sur, toma la estafeta y desarrolla en Indagación a los cocodrilos una historia que va más allá de los deseos, que son la esencia de los géneros de ciencia ficción y fantástico. Una historia que nos pone al tanto de una sociedad híbrida que bien puede resguardar las cenizas del viejo Bradbury. El terrícola Alejandro Ignar, enamorado de la marciana Gloria Castaño, esposa de su amigo Antonio, a pesar de que prefiere pedir perdón que pedir permiso, enfrentará el desconcierto de ser un testigo de la transición, al tener relaciones sexuales con un ser con importantes diferencias físicas, que no emocionales, observar la permanente atmósfera roja, experimentar con drogas históricas, atestiguar el crecimiento desmedido de ciudades protegidas por burbujas y de la evolución marciana. Demasiado para alguien que llegó de vacaciones. A Ignar le cuesta reconocer que está en graves problemas; cuando acepta, penetrará en el más sofisticado sistema software de que se tenga idea y en un sorpresivo final, terminará por encontrarse a sí mismo. Con un discurso ágil, poético y temerario, Cuéllar Márquez se mueve en un territorio narrativo con bastante solvencia y se suma al pequeño grupo de escritores mexicanos que con cada obra reinauguran el género de Anticipación en nuestras letras.