Los cuentos que componen este libro podrían ser los capítulos de un estudio sobre las decisiones difíciles. Cada uno de ellos se detiene y gira en torno a esas disyuntivas algunas veces cotidianas, otras extravagantes, de las que sus protagonistas –y nosotros como lectores– emergemos cambiados. No hay decisión menor, ni convicción fácil: los relatos de Alguien se lo tiene que decir concentran el riesgo de las incertidumbres profundas. Vagaroso pero en control de las historias que construye. Juan Manuel Villalobos hace de ciudades tan disímiles como Sídney, Viena o el Distrito Federal más que telones de fondo, geografías sentimentales. Es dentro de esos escenarios construidos con una prosa en tensión constante donde los personajes dirimen y sentencian su futuro. Sin aspavientos ni alardes, y sí con el recato que surge de saber el desparpajo es más efectivo cuando hay cosas en juego, los cuentos de Alguien se lo tiene que decir impiden ser leídos por encima, como si nada.