Originalmente, el término villancico se aplicaba a breves cancioncillas de carácter popular y tradicionalmente enfocadas al tema amoroso. Hacia la segunda mitad del siglo xvi los temas devotos y religiosos crecieron en importancia, y la forma y el nombre del villancico llegaron a incluirse en la liturgia en los días de fiesta. A Nueva España llegó el villancico como una forma literaria y musical bien definida y estructurada, y especializada en cuestiones religiosas. Pocas veces menciona sor Juana sus villancicos. Un ejemplo de estos es la carta al padre Núñez, donde describe a su confesor que estaba enojado porque la monja se dedicaba a escribir versos; ella se defiende diciendo que todo el mundo se los encargaba y que por más que se rehusaba algunas veces había tenido que ceder. Los -escritos religiosos- sorjuaninos son de varios tipos: los autos, la carta antenagórica, las letras sacras, los poemas sueltos de tema religioso, y los villancicos. Para sor Juana, como para sus contemporáneos, los autos y las cartas atenagóricas, eran obras de gran envergadura; las letras sacras eran parte de la lírica -mayor- , y los villancicos sólo versos festivos, producción en serie de poca monta, es decir, una práctica común.