Con Samahua —segundo volumen de la “Trilogía costeña”— Da Jandra alcanza la madurez plena como narrador, y establece además un paradigma en un venero creativo iniciado con Huatulqueños y continuado con Arousiada, y que, por su connotación medular y fundacionaria, el autor ha acuñado como “realismo intrahistórico”.
Legado cabal de Valle-Inclán, Faulkner y Rulfo, el lenguaje de Samahua tiene la fascinación esencial de lo mítico y al mismo tiempo la brillantez formal del trópico. La maestría en el manejo espiral del tiempo —como el ir y venir preciso del caracol y la ola—, le da a Samahua la fluidez de un mar de palabras y hace que el lector, en lugar de una colección de relatos cerrados, descubra un mundo cincelado en mágica unidad.
La visión intrahistórica de Da Jandra no se recrea en espejos ni pretende mostrarnos un anecdotario; su objetivo es otro: los orígenes de una cultura, los modos en que la relación vida-muerte, amor-odio, que definen el ser particularisimo de la vida de un pueblo —el huatulqueño—, consolidan el aquí intranscurrible de la gran literatura: el mito.
Legado cabal de Valle-Inclán, Faulkner y Rulfo, el lenguaje de Samahua tiene la fascinación esencial de lo mítico y al mismo tiempo la brillantez formal del trópico. La maestría en el manejo espiral del tiempo. La maestría en el manejo espiral del tiempo —como el ir y venir preciso del caracol y la ola—, le da a Samahua la fluidez de un mar de palabras y hace que el lector, en lugar de una colección de relatos cerrados, descubra un mundo cincelado en mágica unidad.
La visión intrahistórica de Da Jandra no se recrea en espejos ni pretende mostrarnos un anecdotario; su objetivo es otro: los orígenes de una cultura, los modos en que la relación vida-muerte, amor-odio, que definen el ser particularísimo de la vida de un pueblo —el huatulqueño—, consolidan el aquí intranscurrible de la gran literatura: el mito.