Se dice que las manzanas de Sodoma pertenecen al territorio donde habitan adminículos fantásticos como la piedra filosofal, el espejo donde se ve tu nuca o la planta mandrágora. Engañosas, las manzanas de Sodoma tienen una apariencia fresca y dulce en el árbol donde crecen, pero son cultivadas con fuego y azufre. Toda narración tiene una mentira verdadera. Manzanas de Sodoma no es la excepción. Sus cuentos suceden en la ciudad, el símbolo más adecuado del infierno y el castigo —en oposición al paraíso, que es un jardín. Aquí se tejen historias de humo y ceniza, de calles y noctámbulos, de vampiros en asfalto: los frutos ácidos de la dura realidad.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2013. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.