Es hora de leer otra vez a Gabriela Mistral dejando de lado la espesa lluvia de elogios, pero también, como diría la poeta, “de hieles lavada”. Su palabra habla de Dios, de la naturaleza y del amor, y hace alabanza de lo femenino y de la vida cotidiana. Pero hay que atreverse también a escuchar la otra voz de Mistral, ésa donde yace el deseo, la amargura y la herejía. Porque es una poeta de dos caras: la luminosa que ama a los niños y a la hierba dulce, y la oscura que vive en los filos altos del alma. Sólo después de subir con ella por tan empinadas cuestas podremos acceder a su secreto. O quizá no.
Sara Sefchovich
* Esta contraportada corresponde a la edición de 1997. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.
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