Desde las culturas más antiguas, el hombre ha buscado diversos medios para traspasar sus fronteras humanas; una búsqueda perenne por acercarse a lo sobrenatural, a lo divino o a lo desconocido; quebrar esa barrera impuesta por la limitación de los sentidos. Una de esas búsquedas halla en la embriaguez una manera de aproximarse a la divinidad mediante la alteración de los sentidos; una transformación —momentánea, si se quiere— que permitiera percibir un mundo diferente, recibir una inspiración extrahumana o sobrenatural; franquear de manera temporal los límites del mundo humano-terrenal. Dicho hallazgo adquirió una dimensión sacra, ritual, exclusiva de los guías o lideres de las primeras comunidades; tal como se ha señalado infinidad de veces, hubo una asociación de la bebida de sustancias embriagantes a rituales religiosos, pero también desde la antigüedad se ha relacionado estas sustancias con una liberación de los sentidos y de la conciencia. Más tarde, aparece la embriaguez atada a una celebración social en la que dicho estado permite la expresión genuina del ánimo, ya sea festivo si se trata de celebrar, o de duelo si se trata de olvidar.
En este libro, los autores dan cuenta de múltiples formas en que la embriaguez —como alteración de los sentidos o "enajenamiento del ánimo"— ha recorrido la historia de la literatura mexicana.
Así, las páginas de este tan plural y en apariencia disímbolo volumen dan cuenta de que la embriaguez —poética o etílica—, vista desde una perspectiva moral o como un medio para la introspección y el aislamiento, justificada o desdeñada, ha recorrido durante siglos nuestras voces y nuestras letras.