La hora de Babel es el momento en que las luces de la ciudad se encienden, como si inconscientemente deseáramos conjurar el temor ancestral a que las tinieblas sean eternas. Frontera indecisa entre el día que muere y la noche que aún no se establece, La hora de Babel se extiende entre nuevas torres semejantes en su significación, si no en su altura, a aquella que pretendió tocar el cielo —y sólo nos condenó a hablar para siempre idiomas diferentes y en último término intraducibles.
El narrador recuerda. Al recordar, escribe. Al escribir revela algo de la vida que transcurre en el interior de estas torres. Al hacerlo nos da un cuadro preciso y profundo de esta ciudad, de esta época, 'de este país; es decir, de nosotros mismos. Demuestra una vez más que también son políticas las relaciones personales, la pena, la dificultad y también el goce de nuestra convivencia.
La hora de Babel es muchas novelas a un tiempo, armonizadas en un todo coherente. Historia de una educación (sentimental e intelectual), libro de amor y desamor, indagación en la historia inmediata, testimonio de la crisis que sacude a todas nuestras instituciones. Alfredo Juan Álvarez, bien conocido por sus ensayos (Sade y el sadismo y Las literaturas totales) y sus investigaciones (La mujer joven en México), se revela como un novelista maduro que viene a enriquecer con su primer obra la mejor narrativa mexicana.