El cuervo: su color, su afiliado pico, su graznido; el cuervo, de atributos antes mencionados, es la negación o la antípoda, si se quiere, de la imagen del ave que ha transitado por la poesía como uno de los emblemas de la belleza: el canto del ave y su plumaje, por ejemplo; pero su condición misma es propicia a las leyendas bizarras; figura en la heráldica de dos ciudades mitológicas: Praga y Lisboa. Y su nombre convoca el recuerdo de un famoso poema del siglo XIX, cimiente de la modernidad en poesía. Yo, cuervo, que ahora presentamos, es una metáfora del enigma sobre tiempos apocalípticos; el cuervo surge como una interrogación sin posibles respuestas cuyo graznido puede interpretarse como un canto afásico.