Las palabras del Fervor del viento han sido parte de un proceso alquímico que busca volver las palabras silencio para después ser convocadas una vez más: purificadas, vueltas viento. Y ese viento es la realización certera y luminosa de que el alma no está sola. Por eso esa entidad abstracta pero palpable acompaña al poeta en una viaje que es, sobre todo, hacia sí mismo. Si recordar es “volver a pasar por el corazón”, dice León Guillermo, “Cuántas veces / quisiéramos pasar de largo”. Al igual que Dante, que se acompaña de Ovidio para recorrer las profundidades del infierno, el poeta recorre una y mis veces ese corazón y sabe que, como en el epígrafe de Lugones que abre el libro, “en los hombros lleva amarrado el viento”. Si embargo, ese viaje encuentra su destino: el dolor se nos presenta abarcador pero no terrorífico, pues como bien dice León Guillermo “toda caída es elevación” y “retornar” o recordar, “no es caminar los mismos pasos”.