La singular obra literaria de Matías Ximenes se reduce a cuatro cuadernos manuscritos reunidos en una caja de madera tallada a mano y pintada de verde que su hermano Lázaro conservó hasta heredarla a su hijo, quien, a su vez, la heredó al suyo, un estudiante de química que, además del nombre, había adquirido de su tío abuelo -por misterios de la genética o la filogenética los gustos literarios y los demonios psicológicos. El cuarto cuaderno da origen al Tratado de los proyectos veniales, que, a pesar de su dudosa autoría, o gracias a ella tal vez, es el epicentro de su obra: ciento veinte parágrafos numerados que formulan, cada uno, un «proyecto» que se caracteriza por la imposibilidad (o venialidad) de su realización; el conjunto puede leerse como un manifiesto político que concibe la poesía como «acción concreta y mundana, siempre inacabada, siempre en proyecto».