Si Fritz se enterara de que además de un cráter lunar y un asteroide titula un libro de... ¿poemas?, haría el famoso gesto que traslude la portada. Luego se pondría a buscar galaxias y agujeros negros en estas páginas donde hasta es posible escuchar el código morse que transmite una estrella al parpadear, como en una caja morfológica. De carácter misceláneo, con singular trazo y humor Eduardo Padilla nos lleva por una ruta amorfa de textos que abominan de la clasificación y nunca parecen ser lo que son mientras intercambian máscaras como si fueran cartitas de un álbum sideral: poemas sin traza de poemas, reseñas acuñadas con la factura del verso y la disensión, y hasta un cuento donde casi todo y casi nada sucede. Eso es Zwicky: un entramado de intenciones, contingencias, agujeros negros y oscuras materias verbales que de pronto aparecen en la mente del telescopio. Thomas Ligotti, Coen, el Tío Gamboín, Poe, Vallejo, Burroughs y otros tantos convergen como piezas de distintos rompecabezas que curiosamente encajan. Escenarios que ya quisiera el raro y extravagante Martial Canterel en su espléndido jardín de Montmorency. Esta es una cartografía espacial donde "lo real y lo irreal viven juntos".
Carlos Vicente Castro