Carmen Nozal logra hacer transparente la oscuridad de la palabra que roza una guerra. La herida de la Guerra Civil española no ha cerrado. La herida en duelo. Y la memoria que guarda la palabra insiste en abrirla. Toda escritura poética remite a una herida que no cierra que es la posibilidad misma de la escritura. La poesía que se obliga a dar la altura del acontecimiento corre con el desafío de que su poder –el poder cuya dimensión siempre es misterio- dé la hondura del empeño. ¡Cómo transmitir, poner al escucha en situación de duelo cómplice? Mantener esa distancia es lo más difícil en particular si hay seres queridos en juego. Este conmovedor poemario de Carmen Nozal, además de presentificar el trauma de la guerra que fue desencadenante de una conflagración mayor, la Segunda Guerra mundial, trae a la memoria a un familiar querido. Se enfrenta entonces en franca desmesura un dolor personal contra la catástrofe global. Y este es el portento: Carmen Nozal sale airosa de su propio desafío en un libro que vuelve a recordar –pero en el aquí y ahora de todo lenguaje poético- no sólo las tribula- ciones de la aventura humana en esa conflagración personificada en un ser querido. Vuelve a recordar el lugar de la poesía ante la dimensión histórica con una altura que hace equilibrio entre la conciencia crítica del lenguaje y el pasar por el cuerpo del flujo de los afectos.
Eduardo Milán