“En medio de un sobrado silencio bajan al solar, saben que si salen de la vivienda es una decisión sin vuelta atrás, Ariel no tiene llave de la entrada. Abren el portón que mira a la calle. Corre un viento fresco sin llegar a frío. El aire apesta viciado, a retrete. Se paran en el quicio de la puerta, aún vacilantes. Chuy aferra el brazo de Ariel, tiene miedo, se asume presa del desasosiego que llega al tomar una decisión. Ariel voltea hacia el interior de la oscurecida vivienda, en el pretil del barandal de la escalera observa la figura erguida del abuelo Abraham, muerto años atrás. Afuera la noche con todas sus incertidumbres. No transitan autos. Las farolas apenas iluminan la calle, producen una luz amarilla, enferma. Ese marco los aguarda, un paso al frente y, en un último esfuerzo de resistencia, con el mayor cuidado, cierran la puerta. Están en la vía pública. Es septiembre”.
Cómplices inocentes es la narración de una aventura infantil vivida por Ariel, David y Jesús, experiencia que sucede en el transcurso de las 24 horas el día del décimo cumpleaños del primero. Es también una lección de madurez en la vida de estos niños. Al mismo tiempo, es el relato de secretos, carencias y costumbres de tres familias disímbolas, relacionadas por el vínculo de la sólida amistad de los menores.
Mauricio Yáñez (Ciudad de México, 1965), con esta su segunda novela, logra atrapar al público mediante una prosa ágil, directa, cruda, al retratar el entorno social de un barrio ubicado en los límites geográficos de la capital del país en el año de 1973.