Kolymá es una novela que se vale de diversas estrategias narrativas y de una estructura resuelta con acierto para llevarnos a diferentes escenarios. El perfil psicológico de los personajes está trazado con destreza; sorprenden con sus actitudes y conductas. El final, que nos regresa al principio de la historia, ocurre en uno de los lugares más inhóspitos y apartados del mundo.
Armando Alanís
Esta novela abre un camino que no es recto ni curvo. Como se ilustra en uno de sus epígrafes iniciales, el de la poeta rusa Anna Ajmátova, abre un sendero que va a ninguna parte, el movimiento de una historia que se da en círculos concéntricos. Kolymá es el lugar que articula esta novela que comienza con un personaje encañonado con una Beretta y se desplegará como una intriga, una confabulación que correrá un paralelismo entre los momentos en que los personajes se enredan entre sí y los diálogos intermitentes de Luis sosteniendo la pistola y Alan encañonado que les hará ver que ya están muertos.
Gustavo Ogarrio
Un encuentro casual con una extraña priva a Alan —protagonista de Kolymá— no tanto de la inocencia sino de la capacidad de ignorar que la maldad está aquí, que la violencia contra los otros —contra el otro— ocurre frente a nuestras narices. El muchacho decide actuar entonces y, de ahí en adelante, es arrollado por una vertiginosa
corriente de sucesos que lo tirará en la Siberia rusa, frente al cañón de una Beretta. Kolymá es una novela sobre esa decisión, sobre la decisión de romper con todo y saltar al vacío.
Sergio Gutiérrez