EI poeta chileno Vicente Huidobro postula una estética novedosa que va más allá del artificio, de la pirotecnia verbal, del sin sentido significativo, pese a la naturaleza verbal del poema Altazor, considerado como su obra capital. Artificios fonéticos y sintácticos; figuras sonoras, cláusulas paralelas, retruécanos, equilibrio de antítesis, así como la regularidad en la distribución de los acentos rítmicos, consiguen su propósito: entregar la imagen anímica sensorial con potencia y lucidez. Las figuras de repetición –precisa el poeta sinomexicano Oscar Wong en este estudio denominado Altazor. Alquimia y revelación– cobran trascendencia para concitar una salmodia, una epifanía. Huidobro, desde esta perspectiva, no inventa el lenguaje, sino lo redescubre, de ahí la independencia de la imagen y el trastrocamiento del verbo. Lo que plantea Huidobro lo establecerá más tarde Ezra Pound al puntualizar sobre la carga energizada que debe adquirir el lenguaje. Altazor. Alquimia y revelación revela que esta poética totalizante integra aspectos míticos, arquetípicos. Ensalmos anafóricos, articulaciones y sonoridades generan una urdimbre lúdica, estéticamente perturbadora, como una orgía mágica, rítmica, que se concilia y equilibra con el contenido. En estos parámetros se entroniza la Gramática creacionista del autor de Altazor.