Ax, el rey de la alcantarilla, se encuentra desempleado, con tiempo libre de sobra para tomar, enamorarse y dejar que la noche lo guíe junto con una fauna selecta de amigos: Viry, Nice, Leo y Tercero, que están peligrosamente desequilibrados, y salen a explorar una jungla de excesos por una ciudad que en realidad es cualquiera; siendo uno de los mayores tinos del autor al hacer universal la existencia en las metrópolis y dejar lo más atemporalmente las historias que cuenta.
Esta segunda entrega de la saga es muchas cosas, nada es lo que parece: las oficinistas, el amor, el sexo, la poesía. La vida está afuera, en las calles, y justo ahí es donde nuestro protagonista quiere encontrarse. La realidad siempre ha superado a la ficción, y Ax no tiene ganas de sentarse a mirar la existencia suceder.
La mesa se encuentra servida para que nuestro Dark looser preferido nos haga pasar agridulces momentos y que continúe su evangelio: el camino correcto a la iluminación puede encontrarse en cualquier lugar, en cualquier acción o no-acción; sí crees en los milagros, entonces existen, pero con ello también las maldiciones. Nada interesante ocurre al sentarse frente a un monitor encendido para que te digan qué y cómo pensar, es preferible mantenerse en eterna agonía sí con eso te aferras a la vida.