Allí estaban, congregados en pequeños grupos, al otro lado de la reja abierta que remataba los peldaños: sus edades eran tan diversas como sus vestimentas, actitudes y lenguajes; pero todos tenían algo en común, lo mismo que los había hecho llegar aquí, igual que Gloria, buscando sin saber lo que buscaban. Artistas heridos por sus propias creaciones, fieles de sacralidades prohibidas, los que habían perdido toda esperanza, los que se aferraban a ambiciones inalcanzables, los que ampliaban los horizontes de la experiencia y los que se autoinmolaban a ella.
Estos eran los marginados por la luz diurna, los desertores de una sociedad amagante, los disidentes de la vida; y la Abadía de Thelema era su refugio.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2017. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.