La escritura telegráfica, nerviosa, ensimismada de Mauricio Ramírez se despliega libre en este poemario que lleva como título Castellanos, el apellido de una mujer a quien el poeta conoció por tierras sudamericanas tiempo ha, ya pasado y vuelto a vivir por el revés y el envés de la palabra. Pero el apellido Castellanos no es sólo de Silvina, sino de Guadalupe y de Ramón V. Castellanos todos, a quienes dedica este poemario nuestro poeta.
Dice en una repentina invención:
“¿Qué le faltó al Universo
Lengua suelta
Chiqueona
Mujer?
¿qué tuerca suelta
No hizo
que la ligereza
se uniera a la
brusquedad?
Lo frágil y lo tosco
La plata y el oro
¿Qué?
Huitzhilopochtli nunca nos abandonó
¿o viste acaso que el rostro se transfigurara en sangre
O mi lengua se trabó alguna vez en extranjero?”