Una de las trampas más escalofriantes -y absurdas- de nuestra historia moral y religiosa fue ponerle nombre al mal después de asignarle sus correspondientes elementos al bien. Quizá por ese motivo todo cuanto toca Satanás está cargado de humor y repulsión, los extremos tocándose al compás del violín de Paganini, anunciándose que la redención y la comunión no conviven con la racionalidad. Isaac Gasca Mata decide entonces colocarle la primera persona a la oscuridad y el tormento en Yo, el maldito, para que cuente sus designios y sus intentos por sanar a la tierra de la enfermedad encarnada en el ser humano, mientras nos reímos de ello.
Al rescate de una épica medieval para tiempos modernos y bajo presión del maligno, Gasca Mata dedica una jornada de tinieblas a elaborar las narrativas propias de la enfermedad y el sufrimiento. Mucho se ha dicho de cómo la pandemia de SARS-Cov-2 está en ciernes para la elaboración de reflexiones finales, pero Isaac evade con destreza las advertencias para recordarnos que el final está cerca y en todas partes: en Gascania o en Puebla ni la purga de nuestras conciencias puede asegurarnos el descanso eterno porque nos hemos asegurado de que el infierno esté aquí mismo, donde mantengamos la respiración al servicio de las hegemonías y la represión de los deseos sea el pan nuestro de cada día.
La colección extra (e) ditados reúne a los mejores escritores jóvenes de distintas latitudes de México, que escriben para lectores jóvenes. Es una invitación a leer sin límite de tiempo en donde el desafío es pelear a la contra.
Luis J. L. Chigo