Cuando leí este libro de Dante Medina, me entraron unas ganas enormes de ser ana. La amada de estos poemas: Ana Lunera.
Volví a susurrar al Dante que me habla al oído: "la arena de tu cuerpo es de agua". Escuché depositar el canto en la fuerza de la voz de la tersura. Sentí en estos versos de delicia amorosa cómo ana aprieta con cariño, como la mano de Dios. Y es cruel como un ángel.
En el filo de la cursilería, muy andaluzamente, estos poemas palabran el amor sin las rémoras del amelcochamiento. A corazón partido.
Sí, hay pájaros, y amaneceres, y milagros, y deslumbramientos, pero no son los de la tarjeta postal; sino que son; existiendo, los paisajes de las llanuras y montañas del cuerpo, visiones de ginecología del alma.
Musa de suyo, ana es como tú, lectora, como yo, como pocas de nosotras, una iluminación, una revelación; o, dicho con toda su violencia: una muchacha, ana es la amada, y yo quise decir lo que dije cuando afirmé que me apetecía ser ella (: fruta terrestre y desafío divino), ser cantada por un poeta de garras como plumas. Créeme, joven lectora, muchacha que serás para siempre (aunque envejezcas): se te meterán por estos versos las ganas de ser la amada, sentir que estos poemas fueron escritos para ti. Querrás ser, te lo juro, con todas tus fuerzas, ana lunera.
Dolores Álvarez