Yo qué iba a saber qué hacer y qué pensar de este libro de sesenta cuentos, le dije al viajero que me dijo que se llamaba Dante Medina. Que le escribiera a Dolores Álvarez, quien me dijo que eran “cuentos de corte tierno, irónico, absurdo, simpático, incisivo, lúdico, cínico, miserable, gracioso, extraño, fantástico... que responden literariamente a la reflexión sonriente: ¿qué es vivir sesenta años, para un escritor, para una persona? Un cuento por año, como un re-cuento de las múltiples invenciones y asombros con que nos sale al paso la vida. Pero niña, no pienses en una miscelánea sino en un arcoíris”. Ahí sí que vi claro, porque mi vida de arcoíris no tiene nada, puras derrotas.
Me gusta, le dije a la Dolores, que el viejo éste barbón del güisky en la tercera edad, ve el mundo con la simpatía y el cariño de quien ya ha vivido, y da las gracias.
Veo, le seguí diciendo (porque yo tengo la Internet) que es reconocido con premios nacionales e internacionales por su cuentería sorprendente y su “renovación del género”, este tal Dante Medina, que yo conocí muy de paso, y lo que yo sí le hallé luego luego en mi ignorancia fue variados sabores, “escritos con virtuosismo” según eso, que valen lo mismo pa chavales que para abuelitos, y van del que nunca supo nada en la vida al que algo supo saber porque le gustó buscarle, como yo, que a medias de la edad estoy, y no digo más.
Y me pongo seria: Lector, si te gusta el placer de la lectora, perdón: Lectora, si te gusta el placer de la lectura: no puedes dejar de beberte la delicia de Gracias por darme de llorar, como me lo bebí yo cuando hube de bebérmelo, ¡pa vivir! Adentro de este libro comprenderás lo que te acabo de decir, con mucho amor.
María, la sencilla mujer del servicio de limpieza del Aeropuerto de Barajas de Madrid