Escrito con un gran rigor formal, Cisneros alterna los poemas brevísimos con los extensos; los construidos con endecasílabos o en forma de silvas, con los muy bien logrados poemas visuales. En éstos, el trazo, el dibujo de los versos complementa lo que dicen las palabras: por ejemplo, en el poema en el cual dios ara en el desierto, los versos están acomodados a manera de suaves colinas.El buen lector disfrutará de la alegría de vivir que se respira en esta poesía y, estoy seguro, esbozará más de una sonrisa en los giros de humor que saltan de pronto en algunos versos. El agua y las luciérnagas, de Héctor Cisneros Vázquez, es una apuesta a la vida, donde incluso a los difuntos todos, fieles e infieles, se les invita a seguir compartiendo alimentos y bebida.
Héctor Carreto