Amandita le pidió a su mamá que le cantara la canción que le canta siempre para dormirla. Como su mamá nunca le niega nada a Amandita, le cantó la canción. Pero esta vez la niña no se durmió; mientras su mamá cantaba, ella sostenía un frasco en una mano y la tapa del frasco en la otra mano. Cuando la canción terminó, Amandita cerró el frasco. La madre preguntó: —¿Por qué haces eso? Amandita contestó: —Porque nunca he podido oír la canción completa. Siempre me duermo antes de que la termines. Pero ahora la tengo completita en mi frasco, y puedo oírla cuando quiera, sin dormirme. La mamá sonrió, pensando en la inocencia de su niña. No sabe que cuando Amandita se siente triste, abre su frasco, escucha la canción completa, y luego, ya sin tristeza, la vuelve a guardar.