Sorprende ver en un poeta joven el cultivo de una estética enraizada en el pasmo nocturno, ámbito propio del Romanticismo. Más su aproximación difiere del éxtasis mórbido de Novalis y manifiesta sus nexos subterráneos con Edgar Allan Poe en sus temas y símbolos como el gato y el cuervo. La sangre florecida es una búsqueda de señales en la inminencia de la Noche de Walpurgis; el poeta permanece en el umbral del aquelarre para ser iniciado en sus misterios, más que ocultos, terribles. Aarón Rueda parece escuchar al poeta Manuel José Othon, cuando invita: Sabe al agrio peñón, y oirás conmigo/lo que dicen las cosas en la noche. Fiel a las vibraciones que lo conmueven, el autor se mantiene distante del dramatismo Dark, y se acerca más bien a las escenas descarnadas de pintor barroco Juan Valdés Leal en sus memorables Vanitas.
Este poemario, merecedor del “Premio Nacional de Poesía Rosario Castellanos”, que otorga la Universidad Autónoma de Yucatán, abre para el poeta Aarón Rueda una perspectiva propicia para el desarrollo de su voz personal, que pronto alcanzará plenitud y madurez.
Iliana Godoy Patiño