En el Festival de la Poesía de Barcelona de 2004 escuché, por vez primera, poemas del libro La Musa Fea, leídos por el mismo Dante Medina. Quedé arrobada. Aunque confusa. ¿Cómo se atrevía?
Quise conocer al autor, pero confieso que mi timidez me lo impidió. ¿O mi arrogancia? Soy bonita, no me cabe duda a mí ni a nadie. Nací en Sevilla y vivo en Barcelona, y eso me da, de suyo, todo el derecho a la belleza. ¡Que viniese un escritor de Jilotlán de los Dolores a proclamar la fealdad como un valor estético, macho, me cabreó muchísimo!
Yo fui educada a la antigua, lo que no me impide ser moderna, me quedé pensando. Y re-oí la grabación de esa lectura; me rendí a la evidencia: realmente sí que ya era tiempo de cantarle en poesía a las feas. Dante Medina era un innovador, un liberador: de una vez por todas habría que quitarle a las mujeres—doncellas, chavalas, damas, señoras— el yugo y la obligación de ser bellas, hurgando en lo más sencillo y fundamental: lo femenino.
Dolores Álvarez
La Musa Bonita