Comenzar –el resto viene después. Sábado y domingo fui a una feria de libros en la plaza cercana a mi casa, un conjunto de quioscos con una enorme cantidad de títulos, existen libros sobre cualquier asunto. Aproveché y pasé esos dos días yendo de un puesto a otro, leyendo pasajes de centenas de libros. Los encargados de estos quioscos son como los camaradas de las librerías de viejo, no se molestan si manoseas el volumen. Y había poca gente interesada.
Quiero escribir un libro. No pienso en otra cosa. Leí una entrevista de un autor importante, no recuerdo su nombre, en la cual decía que se sentaba frente a la computadora para escribir sin saber qué, y a medida que ecribía, las ideas iban a pareciendo en su cabeza, los personajes, la historia, todo. Si quieres escribir, aconsejaba, comienza –escribir es comenzar. Es algo sencillo como todas las verdades. Y uno comienza un libro poniéndole un título, sin él, el libro no adquiere el soplo inicial de vida necesario para su desarrollo, un libro es como una persona, necesita tener rápidamente nombre de pila. Ayer comencé un libro, pero desistí. Permanecí horas frente al papel, mirando el título, y no salió nada más. Rompí aquella hoja y la tiré a la basura. Hoy comienzo otro. Con título diferente, por supuesto, el primero abortó. Escribir es comenzar.