“La dirección que el Despachador me dio estaba en la playa de la Herradura. El cliente, conforme la descripción del Despachador, era gordo y pelón y usaba un montón de joyas. Lo encontré acostado en una tumbona en la veranda de su casa en la playa, con los dedos llenos de anillos, con un collar, una pulsera y un reloj de brillantes. Incluso hasta traía, en una de las orejas, un arete con un diamante. A su lado, en una mesita, había un platón lleno de pequeños camarones fritos, de ésos que se comen con todo y cáscara, además de un vaso grande de cerveza. Yo ya había colocado el silenciador de la Glock y le di sólo un disparo en la sien derecha. Agarré mi coche y regresé a la ciudad. No tenía la más mínima idea de quién era el gordo, ni siquiera leí los periódicos del día siguiente para saberlo. Nunca quería saber el nombre de los clientes que había borrado del mapa.”