Cada nuevo libro del brasileño Rubem Fonseca es cumplimiento reiterado de una de las apuestas narrativas más frescas y estimulantes de la literatura latinoamericana. Como en sus novelas anteriores (El gran arte, Pasado negro), Fonseca teje una trama de historias que transitan con naturalidad del erotismo a la violencia, de la erudición literaria al thriller político. El protagonista, un director de cine, relata en primera persona los laberintos que recorre para filmar una película basada en los cuentos del escritor soviético Isaak Emmanviolvich Bábel, principalmente los e Caballería roja. Piedras preciosas que hacen la desgracia de sus poseedores, asesinatos habitualmente turbios, entretelones del carnaval carioca, sectas religiosas y delirantes persecuciones acompañan al descubrimiento de Bábel y su traducción novelesca al lenguaje cinematográfico, circunstancia que permite a Fonseca deslizar reflexiones sobre cine y literatura, política y literatura, biografía y literatura, literatura y literatura. La afinidad de Fonseca y Bábel puede resumirse en una frase de Lionel Trilling sobre el segundo: “Debemos tener en cuenta el poderoso y obsesivo significado que la violencia tiene para los intelectuales”.
El imprevisto desenlace de esta novela en una pequeña ciudad de Minas Gerais bajo la influencia fatídica del diamante Florentino, confirma a Rubem Fonseca como un maestro de la sorpresa. Al final, la única verdad es la literatura: “fantasía, un sueño, un mundo de grandes emociones y pensamientos imperfectos”.