Comencé a escribir este libro en enero del 2006. En abril del 2013 entraron a robar en mi casa y con la computadora se llevaron el "manuscrito". A partir de apuntes en cuadernos y libretas reconstruí esa primera parte y seguí escribiendo, sin presión ni compromiso alguno. Estos "detritos" participan abiertamente del aforismo, pero su ritmo es el del diario o el de una bitácora de trabajo. De ahí su carácter subsidiario de otros libros míos y la natiraleza de sus fragmentos. Me gusta pensar que son desechos, pero como sucede con los desechos o con los despedicios, fuera de su contexto adquieren una extraña autonomía. Vinculados entre sí, estos pecios cobran la significación de un discurso de mútiples aristas, que no va hacia ningún destino aparente, porque su destino es la volatilidad misma. Como ni mi libro ni mi vida gan terminado, sigo escribiendo, y sigo pensando en estas páginas no como en una empresa sino como en los radios de una deriva en movimiento. Una forma, en suma, de contrarrestar el flujo destructivo del tiempo, fijando sus detritos.
Gabriel Bernal Granados