Al final de su estancia en la clínica de Kreuzlingen, a la que ingresó a causa de sus recurrentes crisis nerviosas, Aby Warburg decidió escribir un discurso de despedida dirigido a los propios internos y a los médicos de la clínica. Así nació El ritual de la serpiente, forma de catarsis, testamento y «criatura monstruosa» de Warburg que relata su revelador encuentro en 1895 con los indios pueblo. Fascinado por estos hombres que sitúa «entre el mundo de la lógica y el de la magia», describe su danza con serpientes vivas, ceremonia mágica que busca producir un efecto real, la lluvia. Pero el ritual de la serpiente, forma extrema del culto animista de los indios, es el punto de partida de una reflexión sobre el poder de la imagen y los símbolos, necesariamente ligada a su concepción del arte. La serpiente, presente en la Biblia, la Antigüedad clásica y la teología medieval, es un «símbolo intercultural que responde a la pregunta: ¿cuál es el origen de la destrucción elemental, de la muerte y del sufrimiento en el mundo?», y es para los indios un símbolo vivo. Warburg —explica Ulrich Raulff en un espléndido epílogo— recurrió a la serpiente, «símbolo por excelencia de la amenaza contra la racionalidad humana, como instrumento para examinar su ratio», y acaso logró «exorcizar el miedo a través de los símbolos».