Lo que llamamos destino y fatalidad no designa otra cosa que la inmanencia de lo real. De ahí que la relación más directa de la conciencia con lo real sea de pura y simple ignorancia. Por eso cuando lo real se asoma, inesperada e insólitamente, produce terror; pero también gozo, alegría, como la que se experimenta con la música, cuya misteriosa autosuficiencia se traduce en el júbilo de todo aquel que es poseído por ella, el mismo júbilo del que asume la realidad tal y como se le presenta, es decir, de aquél que se sabe poseído por lo real, sin posibilidad de escapatoria.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2005. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.