Los antílopes son mamíferos que forman un grupo intermedio entre las cabras y los ciervos, una suerte de ser híbrido, que inspira a la maravilla. El impala, antílope africano de pelaje rojizo y cuernos en forma de lira, representa, aquí, el llamado a la acción de la imaginación. Su presencia, sutil pero contundente, aparece como el punto de partida de una escritura que, en su brevedad, va construyendo instantes, estampas con personajes únicos que tienen en común estar y no estar entre lo real y lo soñado: a veces cabras, a veces ciervos.
Desde el principio, Juan Carlos Reyes nos guía por un universo pleno de recuerdos, rituales, secretos. Los treinta y nueve textos que componen este libro se desplazan con soltura de un género a otro, siendo a veces microrrelatos, ensayos disfrazados de notas, o esbozos de guiones para algún cortometraje. La narración se confunde de pronto con una libreta de apuntes, y pareciera que estamos ante la revelación del diario secreto de un explorador que registra los misterios que descubre: un pez que habla, una mujer de siete cabezas, simios escritores… pero también todo aquello que piensa y se cuestiona, atónito ante un mundo que lo deslumbra y lo confunde.
Pero este universo, ¿acaso no ha sido creado por él mismo? El escritor, como un pequeño dios, orbita por el espacio de su escritura, esa sábana inmensa por donde avanza el impala de su imaginación.