La sinaloense es gastronomía de comunión. La comen todas las clases sociales. Se puede probar un ceviche de gran calidad en un restaurante de lujo o en una carreta bajo un árbol y, por esencia, en una casa de colonia popular o de coto residencial. Solo cambia el recipiente donde el ceviche se cocina y los platos en los que se sirve. La magia de los ingredientes —frescos, fosforescentes, hermosos— es la misma. Seres diversos operan esa magia con maestría.
Los platillos de esta cocina —fríos y calientes— se consumen por los habitantes de la costa, del valle y de tierra adentro, al sur y al norte de la línea del trópico de Cáncer.
Es, en algunas viandas, lo que el autor llama “el brío del sabor agrio”.
Estas crónicas son una entrada a esa gastronomía.