Cuando la vida se va, es preciso llevar a cabo un ajuste de cuentas con ella, un recuento en el que antipatías y resentimientos se diluyan en el espíritu, en la mente, para sólo dar cabida a afectos y nostalgias. Es tal vez la mejor manera de emprender el tránsito entre este mundo y lo desconocido. Y si quien se halla a punto de morir conserva los recuerdos intactos, la lucidez y la calma, la víspera de la muerte puede representar un estadio entrañable, gozoso, casi feliz.
En sus últimas horas de vida, Patricia sostiene un largo monólogo en entrevista con una amiga reportera, quien registra cada una de sus palabras que, si bien expresadas de modo entrecortado –tal como irrumpen en la caja de resonancia de la memoria–, tejen poco a poco la trama completa de su existencia.
En un discurso en apariencia laberíntico, constantemente disruptivo, que plasma lo que podría denominarse la voz de la agonía, van apareciendo en estas páginas extrañamente alegres los padres, los hermanos, los amigos, cuñados, hijos y sobrinos de la narradora, los instantes luminosos de su juventud, sus éxitos profesionales, tareas inacabadas, pérdidas y recuperaciones, explosiones de gozo, dramas y tragedias, mientras el lector anuda frases incompletas, traza senderos entre fragmentos de recuerdos, se orienta entre estos “merodeos de la memoria”, hasta configurar la historia de una vida plena, rica en experiencias y afectos, llena de ternura. Patricia se despide, así, de todos aquellos a quienes amó, de quienes se le adelantaron en el camino y de los que la sobreviven, para concluir que está en paz con la existencia y con la muerte.
Con Días de tu vida, Bárbara Jacobs no sólo realiza un entrañable homenaje póstumo a la protagonista y narradora de su relato, sino que consigue atrapar, como nadie más lo ha hecho, la respiración, el tono y el ritmo de esa voz de la agonía en un lenguaje narrativo inédito.