Una mujer busca el silencio, desea alejarse del ruido moderno y decide pasar una temporada en un poblado solitario, como toda habitación una rústica morada y un trabajo transitorio en la biblioteca conventual del lugar. Ahí, desde el sigilo, va descubriendo, mediante sucesos extraños, la presencia de un caballero medieval que poco a poco va tendiendo un puente hacia ella, hasta alcanzarla. Ella lo intuye, tiene pistas, logra descifrarlo desde su universo interior y le responde mediante cartas.
Un encuentro franco, quizá reencuentro puntual de otras latitudes y otros tiempos. Muchas veces onírico, otras tantas de emociones tan reales que al poco tiempo concluye en una conexión, una íntima conexión, que despierta en ella revelaciones y talentos antaño ignorados; tatuajes ancestrales que van descubriéndole otra piel, nuevos bríos que la conducen a otro lugar, otros registros para entender quién es ella, develarse a sí misma el don que posee ahora, el de la espada Golondra.
La legendaria ciudad amurallada de Skándara o la espada Golondra invita a un viaje por bosques sinuosos y escarpados, que ahora es realidad, que ahora es contundencia al interior de una protagonista que persevera en el misterio de la luz y sus cualidades, pese a los rumores del mundo urbano.