Éste, el primer libro de cuentos de Gonzalo Sánchez de Tagle, se tensa entre la fascinación por momentos del pasado que iluminan la lectura del presente y las férreas inquietudes vitales de sus protagonistas. Un evangelizador que ejerce la autocrítica en tiempos de la Nueva España, el hijo del héroe mitológico Áyax, un burócrata agrisado que tras años de mediocridad se emociona planeando su muerte, el escritor inglés John Milton –a quien Dios y el Diablo dictan El paraíso perdido, pero el cual se reserva parte de la historia revelada– y un sacerdote incapaz de parar su llanto son algunos personajes de estas páginas. Cada uno de ellos se cuestiona, como en una avalancha insensata y valiente, las certezas a partir de las cuales debería vivir. Se trata de seres no conformes con aceptar las respuestas hechas, las que dejan complacidos a los demás. Por instantes parecen ingenuos en su búsqueda y resultan, por lo mismo, conmovedoramente humanos. Son nuestros prójimos próximos. La realidad de las luciérnagas consta de quince relatos en los que, de forma más o menos evidente, el tiempo es quieto, inasible, carece de bordes, aunque de golpe puede desdoblarse. Incluso multiplicarse. Esta cualidad brumosa contribuye al asombro existencial de criaturas obsesionadas por descubrir qué significa tomar conciencia de ser. El cierre de unos ciclos y la apertura de otros –no por fuerza más venturosos, pero sí prometedores, por cuanto están sin estrenar– enmarca la sensibilidad de los personajes concebidos por Sánchez de Tagle. Su constante hurgar en lo inexplicable. Se trata de un libro con momentos notables, que siembran desasosiegos, los dejan agazapados en el lector y listos para brincar al cuello en cualquier movimiento del alma.
Julia Santibáñez