El valor de la obra del poeta chileno Raúl Zurita, Premio Nacional de Literatura en el 2000, es comunicado, en este libro, mediante tres puertas que se abren: la herida dictatorial, la escritura de la memoria y el pozo del tiempo. Los estudiosos interpretan la herida que le poeta hace sobre su rostro como una inscripción mística que permite volver sagrado el cuerpo torturado y luego disciplinado por la medicina, consiguiendo valorizar los cuerpos oprimidos por las dictaduras y por la ciencia. La búsqueda de expresar el dolor causado por el humano fecunda la escritura zuritiana a partir de un encuentro entre la memoria personal y social, mixtura que lucha por salvar los recuerdos de la ruina y que está animada por la realización de una poética de la afectividad capaz de otorgar nuevos sentidos de lo visible o de lo audible. Los críticos proponen una lúcida interpretación de la visión del tiempo en la poesía de Zurita, destacando el montaje entre distintas épocas históricas que comparten haber sufrido o estar padeciendo una catástrofe humanitaria. Hiroshima, Santiago de Chile, Ciudad de México, isla Quiriquina, se parecen porque allí han sido devastados una niña y un niño, que ahora, gracias a la poesía, dialogan entre sí. En el pozo del tiempo los torturados, los quemados y todos los vulnerados no tienen ni pena ni miedo.