Monterrey abombado, como agapanto sabinoso. Oncante. Soltro. El Monterrey de mis amores, con su Plaza Zaragoza, ya no es. Ha mutado en un monstruo hambrento y solferino que devora todo a su paso: pobres y ricos, empresarios y merolicos, fifís y chairos, indios y vaqueros, técnicos y rudos, lesbianas y homosexuales, veganos y carnívoros. Todos se encuentran expuestos. Benofros. Mutuos. Indefensos ante el comunismo, la violencia, el delito, la corrupción, la inquina, el estupro. No hay salida, Monterrey es una empresa que no produce ilusiones esperanzas, sueños. De nada sirve tener tanto dinero, si la felicidad no se compra. De nada sirve no tener dinero, si la felicidad no se regala. Aullido de Perros bajo la luna en Monterrey de Gerson Gómez es un guglemap sotoso de la ciudad industrial convertida en una hornacina en la que la clase alta y la clase baja hierven de la misma manera.