Con el signo de epigrama, los poemas de este libro son una exhortación, una renovación de votos antes las posibilidades del lenguaje frente al inquietante transcurrir de los asuntos humanos. Valga subrayar el carácter clásico de esta poesía donde forma y fondo van construyendo una rica noción simbólica de sus temas, Amigos míos, nombre en sí mismo es una llamada, enuncia la voluntad del poeta por indagar, desde la ironía hasta el tono fatalista, en las virtudes y vicios, personajes y cismas de una época. En estas páginas, el verbo poético encarna la tradición del verso castellano, bajo la impronta del filósofo que asume la duda metódica como derrotero estético. Inmersos como estamos en una sociedad obsesionada con lo inmediato, es de singular interés la manera en que Benjamín Valdivia se detiene a observar y pensar, a calibrar en palabras precisas cada uno de sus poemas; su inteligencia recuerda al griego, su tono, por antonomasia, es continuador de la escuela castellana. Estamos pues, ante una escritura de la contemplación y, a la vez, ante una forma de pensar distinta: voz modulada entre el conocimiento y el asombro por el mundo y la eterna contradicción de la devastación humana.