A mediados del año 1908 un lúcido periodista norteamericano llamado John Kenneth Turner recorría el país en compañía de un dirigente magonista, Lázaro Gutiérrez de Lara, quien había tenido una participación activa y destacada en la huelga de Cananea dos años atrás. De la relación con Lázaro y con otros magonistas encarcelados había nacido en Turner una visión crítica del México porfiriano y esto lo movió a planear un estudio de campo cuyo objetivo era entender y conocer de primera mano la realidad nacional que le parecía increíble.
El resultado de sus viajes es un conjunto de reportajes que fueron reunidos y publicados bajo el título de México Bárbaro. Como sabemos, ese libro presenta una visión estremecedora de los mexicanos de entonces y del gobierno que padecían. Por lo mismo, se constituyó como un faro para buena parte de la opinión pública norteamericana, que vio a la dictadura porfirista con otros ojos.
El nuevo México Bárbaro, en el que vivimos a cien años de la brillante investigación y denuncia de John Kenneth Turner —y de la derrotada revolución de los magonistas—, hace evidente la continuidad de un régimen cuyas expresiones regionales pueden volverse más agresivas al amparo de la fuerza federal: como lo muestra Claudio Albertani, El espejo de México (Crónicas de barbarie y resistencia), de un México dominador y al mismo tiempo sometido, globalizado y siempre colonizado, rico y despiadadamente empobrecido, de un México civilizador a través de la barbarie.