Imaginen un ángel, la aparición de un ángel, en toda su gloria y majestad. Imaginen la luz cegadora, los truenos, el rostro velado por jirones de nubes. Imaginen el terremoto de su voz y su lengua incomprensible. Imaginen inmediatamente el resplandor de su ausencia. La huella sobre la arcilla miserable en el sitio donde posó ligeramente su pie. Allá iríamos, a postrarnos en ese resto, en ese futuro fósil. Compondríamos cantos y oraciones a esa terrible ausencia, a esa huella petrificada. Y el amor así aparece, también una presencia inabarcable y confusa, en nuestras vidas. Toca también nuestra carne endeble y la deja cubierta de misteriosos estigmas que dolerán con futuro fervor. Se marcha tan misteriosamente como vino. Hacemos moldes de yeso en el vacío cavado del amor: son versos, poesía.