La Constitución mexicana de 1917, más allá de la ley fundamental que sostiene el sistema jurídico del país, es el documento esencial culminación del proceso político y cívico de nuestra historia: ideologías, utopías, victorias y derrotas. Más allá de su dimensión jurídica, el texto constitucional brilla como un producto cultural desde la abstracción estatista. En cierto sentido, la Constitución también es literatura -considerando su estilística y retórica- si entendemos que dentro de los congresos constituyentes mexicanos escribieron notables poetas decimonónicos -Andrés Quintana Roo, Ignacio Ramírez, Guillermo Prieto, Alfonso Cravioto, entre otros-. Por esta razón, que sean los escritores quienes reescriban el texto constitucional vigente a cien años de su promulgación, es un acto de plena justicia poética.
Fernando Serrano Migallón