Pocos científicos, como Alejandro de Humboldt, han causado tanta admiración por su trabajo de gabinete y tanto asombro por su audacia y su capacidad de aventura. En el curso de cinco años, recorrió a pie, en canoa o a caballo, territorios que ahora forman parte de Cuba, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y México. Tenía sólo 30 años de edad cuando llegó a esta América que ahora conocemos con el nombre de Latina, pero que por entonces era la América española o la España americana. Cuando ya tenía 60 años de edad, emprendió otro largo viaje de investigación científica por Asia. Fue a Moscú y llegó hasta los Montes Urales. Su vida estuvo marcada por el tesón y el esfuerzo. Produce verdadero asombro su capacidad de trabajo, pero su espíritu de indagación no era menor: le entusiasmaba la Naturaleza e intentaba estudiarla con instrumentos de precisión y medida. Viajó por el mar en frágiles barcos de vela, atravesó los Andes a pie, bajó a las minas, ascendió al Chimborazo, encontró las fuentes del Orinoco. Sobre todo, hizo un trabajo científico de primer nivel.