Conocí a Alfonso Reyes Aurrecoechea una tarde de octubre de 1970 en donde me cobijó en un abrazo que todavía hoy me alcanza; diez años escasos a la vista de hoy, habían pasado de que escribió este texto, hoy leyendo esta correspondencia que se da de manera constante a lo largo de siete años se percibe el afincamiento de una amistad que duraría toda la vida. El eje motor de esas cartas son las colaboraciones de Alfonso Reyes en el periódico que él dirigía: Vida universitaria, el fermento del periodismo cultural universitario en el que se desarrollaron y profesionalizaron muchos de los artistas locales. las “Burlas veras”, la columna que se publicaba regularmente, se refleja en esa correspondencia y describe, entre otras cosas, ese ajetreo que implica a distancia, por correo, el trabajo de publicar y a veces corregir los textos; digo a veces porque sin las facilidades de las que hoy gozamos, se publicaba con una limpieza excepcional. El texto de Reyes Aurrecoechea sobre don Alfonso se presentó en un evento organizado por Rubén González Garza para Arte A. C. Traza de manera magistral una mirada a Alfonso Reyes, su obra y su paso por esta institución que se hizo patente en esta publicación, siempre con el interés por Monterrey y su entorno cultural.
Este año, en marzo se cumplieron 70 años de haberse iniciado Vida universitaria con la colaboración de personajes de la talla de Alfonso Reyes, Agustín Yáñez, Wenceslao Roces, Daniel Cosío Villegas, Raúl Rangel Frías, Alfonso Reyes Aurrecoechea, Francisco M. Zertuche, Alfonso Rangel Guerra y muchos jóvenes escritores y artistas plásticos de aquella época, que se desarrollaron al amparo de sus páginas y bajo la cálida e inteligente dirección de Reyes Aurrecoechea: Horacio Salazar Ortiz, Samuel Flores Longoria, Gerardo Cantú, Guillermo Ceniceros, Armando López, y muchos más que vieron con emoción y asombro sus primeros trabajos publicados en este semanario.
Reyes Aurrecoechea inició su trabajo de director del periódico y a la vez secretario del Patronato Universitario en 1951. Su labor duraría nueve años, tiempo en el que se consolidó la publicación y en el que se dio una intensa comunicación epistolar entre los dos Alfonsos, las más de las veces referida al propio quehacer, pero que revela a lo largo de los años el entusiasmo y la intensidad que estos maestros le dieron a su relación con la Universidad, siempre presente en su corazón y en su trabajo.
La huella que don Alfonso Reyes imprimió a la Universidad de Nuevo León dejó marcas permanentes. Hoy tampoco está con nosotros Reyes Aurrecoechea, sin embargo, los dos están en esa fina y cortés manera de ser y en el humanismo que le imprimieron a esta institución universitaria.
Lucila Garza Flores