Borges es desde hace décadas, sin duda, el escritor latinoamericano más atractivo para la crítica, y a diferencia de otros creadores sepultados o casi sepultados por el olvido, su obra sigue convocando asedios cuya onda expansiva no acata bordes. Escritores, lingüistas, historiadores, científicos, matemáticos, antropólogos, profesionales y no profesionales de las más diversas disciplinas han encontrado en las hermosas y eruditas páginas del argentino un océano de significados y referencias cruzadas, precisamente un laberinto al que resulta muy difícil no ingresar. El imán borgeano es, pues, poderoso, y uno de los lectores mexicanos que con muy buena disposición ha cedido a la tentación de indagarlo es Gilberto Prado Galán (Torreón, Coahuila, 1960), quien hacia 1999, en el centenario del maestro, publicó El año de Borges, y ahora, en el aniversario setenta de la primera edición de El Aleph, propone El ancla y el mar. En ambos casos, nuestro ensayista ha explorado con agudeza los cuentos de Borges, esos microcosmos en los que parecen converger todas las realidades posibles. Imagino que, guiado por las observaciones y la espléndida prosa de Prado Galán, el lector de El ancla y el mar deseará volver a los relatos de Borges, del infinito Borges.
Jaime Muñoz Vargas